Bueno, pues después de casi un año de periplo llegan a su fin los sonetos de Shakespeare. Quiero agradeceros a todos aquellos que de una u otra forma me habéis animado a seguir día a día con esta excentricidad el haber estado allí. A los que habéis comentado en el blog, a los que lo habéis difundido por redes sociales y a los que me habéis transmitido en persona que os gustaba: muchas gracias. También pido perdón a todos aquellos a lo que pueda haber molestado metiendo innumerables enlaces de los sonetos en Facebook o Twitter; comprendó que no es algo que necesariamente tenga que gustar a todo el mundo.
Éste es el segundo blog que cierro desde que acabó el verano, lo que puede ser un síntoma de que me estoy curando de la manía de escribir sobre temas que no le interesan a nadie. Pero, en fin, quedará on line durante un tiempo hasta que me dé por quitarlo de Blogger.
Gracias a todos y un abrazo.
Soneto CLIV
El pequeño dios del amor, habiéndose tumbado a dormir,
depositó a su lado la antorcha que inflama los corazones,
mientras que muchas ninfas que habían hecho voto de
castidad
pasaban junto a él con pies ligeros; mas, con su mano de
doncella,
la más casta tomó en sus manos ese fuego
que a tantas legiones de fieles corazones ha calentado;
y, en consecuencia, el General del ardiente deseo
fue, mientras dormía, desarmado por mano de doncella.
Esta antorcha ella apagó en un frío pozo de los
alrededores,
el cual, del fuego del amor tomó un calor perpetuo,
creándose un baño de propiedades curativas
para aquellos hombres enfermos; pero yo, siervo de mi
dama,
fui allí en busca de cura y esto es lo que puedo decir:
el calor de Amor calienta el agua pero el agua no enfría
el amor.